Soy feminista. Con todas sus
letras. Con todo lo que implica el término. Y a mucha honra.
Soy consciente de que en pleno
año 2014 no os vengo a decir nada nuevo. Que del feminismo se ha hablado y
escrito todo lo que se puede hablar y escribir sobre un tema. Pero aun así
siento y percibo que todavía no se han asimilado del todo algunos conceptos,
que existe confusión sobre los mismos y, sobre todo, que se han montado muchos
grandes (y fácilmente desmontables) mitos alrededor del feminismo. Y tampoco es
plan. Además, últimamente han caído en mis manos libros brillantes sobre este
movimiento, que os recomiendo con todo mi ser: Everyday sexism, de Laura Bates, fundadora de The Everyday Sexism
Project (una página web en la que todo el mundo puede escribir acerca de las
experiencias sexistas que vive cotidianamente), The rise of enlightened sexism, de Susan J. Douglas, y Full frontal feminism, de Jessica
Valenti. Y he decidido hacerles un pequeño homenaje con esta entrada.
Empecemos por el principio. ¿Qué
es feminismo?, me dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul… Vamos a hacer bien las cosas y poner una definición “formal”. Feminismo,
según la Real Academia Española, es: feminismo.
1. Doctrina social favorable a la mujer, a quien concede capacidad y derechos
reservados antes a los hombres. 2. Movimiento que exige para las mujeres
iguales derechos que para los hombres.
En ningún momento se habla de
“superioridad de la mujer sobre el hombre” ni “odio hacia el sexo masculino” ni
ninguna otra patraña inventada por el conservadurismo para justificar su miedo
al cambio. Y no, el que sea una “doctrina social favorable a la mujer” no
quiere decir que se priorice a esta sobre el hombre, sino que se busca la
igualdad de ambos sexos en todos los aspectos, y para ello “favorece a la
mujer”, en el sentido de que es ella la que ha sido privada durante siglos y
siglos de muchos derechos intrínsecos del ser humano, y por tanto es a ella a
quien hay que devolvérselos, porque el hombre ya los tiene.
La palabreja
“feminazi” es un término ofensivo que algunos emplean para designar
reivindicaciones feministas que consideran “excesivas” o incluso hembristas. (En
serio, si tengo que explicar por qué resulta ofensivo crear un término que de
alguna manera asocie la lucha por la igualdad total entre hombres y mujeres y
una ideología genocida que causó crímenes atroces a la humanidad, mal vamos). Ahí
ya tengo mis discrepancias: no me parece que ninguna reivindicación en pro de
la igualdad total en derechos y deberes de ambos sea nunca "excesiva". Por lo general, lo que
se nos vende como “feminazi” o “hembrista” es simplemente algo que resulta
incómodo al patriarcado y al status quo.
Cuando te pones a discutir sobre
feminismo con alguien que se declara no-feminista porque “le parece que se
lleva mucho al extremo el feminismo”, y le aclaras las definiciones anteriores,
te suele saltar con: “¿Y los problemas de los hombres qué? ¿A ellos no los
objetifican también en los anuncios, por ejemplo? ¿O no los despiden de sus
trabajos?”. Tú intentas mantener la calma cuando una vocecilla interior grita:
MENUDO IDIOTA. Sí, los hombres también tienen problemas como sexo masculino. Y
sí, paradójicamente, muchos de ellos están provocados precisamente por el mismo
patriarcado, que impone unas normas tan rígidas y arcaicas en cuestión de
géneros que acaba cayendo víctima tanto la mujer (que debe ser sumisa,
comedida, obediente, prudente y afectiva, y cumplir unos insanos ideales de “belleza”
para poder ser validada como persona en la sociedad) como el hombre (que tiene
que cumplir un estereotipo muy específico de macho alfa que llega a frustrar a
muchos chavales y hombres adultos por lo imposible de alcanzar).
Sí, a los hombres también los
despiden de sus trabajos (de eso no se salva nadie hoy en día), pero nunca
tendrán que enfrentarse al problema de tener que llegar a elegir entre
acceder a un empleo o conservar el que ya tienen y el tener hijos, porque nunca
se tendrán que preocupar de jefes que consideren incompatible su, ya no digamos
deseo, sino simple capacidad de procrear, con su dedicación y entrega a su
puesto de trabajo. No son precisamente los hombres los que, por regla general,
tienden a ganar menos en sus trabajos, ni los que ocupan menos puestos en la
docencia universitaria a pesar de ser el sexo más numeroso en el alumnado.
Sí, a los hombres también se los
objetifica; todos hemos visto alguna revista (para adolescentes y no tan
adolescentes) con el flamante titular en su portada: “Los 10 bombones + hot del
verano” y el cachas de turno (una vez más, el estándar imposible, esta vez de
belleza física, se aplica también a los hombres) luciendo abdominales en una
playa paradisíaca muy en desacorde con todas las playas que el mortal de a pie llega a visitar a lo largo de su vida. Eso sí, por cada reportaje de hombres cuyos
cuerpos son escudriñados, tenemos veinte de mujeres escudriñadas, examinadas, juzgadas,
valoradas y criticadas por su físico. Si vemos un anuncio en el que es
objetificado el cachas de turno en vez de la supermodelo de turno nos llama la
atención, precisamente porque estamos acostumbrados a ver a una mujer siendo cosificada y utilizada
para el reclamo comercial y el regocijo visual, no un hombre. El sexismo en los
medios no se soluciona empezándolo a aplicar también a los hombres: NINGUNA
persona debería ser tratada nunca como una cosa que está ahí para adornar, ya
sea mujer u hombre. Punto pelota.
Mucha gente insiste en que el
feminismo está pasado de moda y es innecesario hoy en día, ya que las mujeres “ya
lo han conseguido todo”. Pues bien, esto no es cierto. Es más, justo antes de
empezar a escribir este párrafo me he encontrado con la noticia de que al
alcalde de Valladolid, Javier León de la Riva, le da “reparo” entrar en un ascensor con una mujer
por si “se arranca el sujetador y la falda” y lo acusa de acoso sexual. Este
troglodita está banalizando un tema tan sumamente serio como son las agresiones
sexuales, que por desgracia, muchas mujeres han sufrido o sufrirán a lo largo
de su vida. Este troglodita, si tuviese un mínimo de decencia y coraje para reconocer la semejante barbaridad que ha dicho, tendría que dimitir de su cargo público, ya que se
le presupone trabajar por y para el bienestar de l@s ciudadan@s, y con esto se
está pasando por el forro un tema muy serio que afecta a muchos de ellos. Por
eso, por tener que aguantar semejantes
gilipolleces en pleno 2014, necesitamos el feminismo. Más que nunca.
El feminismo lucha por la
igualdad en derechos y deberes de la mujer. El feminismo reivindica que
nuestras voces sean escuchadas (porque merecen Y DEBEN serlo). El feminismo sueña con,
y trabaja por, un mundo en el que tu futuro no esté determinado por lo que
tienes entre las piernas. El feminismo es necesario. Mucho. Muchísimo. Hay que
seguir luchando. Hasta el final.
PD: Váyase usted a la mismísima
mierda, señor alcalde de Valladolid.